Enrique Buleo: un director que no teme a la muerte

Zoe Montilla y Héctor Antón

El sábado ha sido el día en que se ha proyectado en los cines ABC del Centro Comercial L’Aljub Bodegón con fantasmas (2024), un filme que —tras su recorrido en Sitges— ha logrado causar tanta expectación como para formar una gran cola en la taquilla. 

Obviamente, los refrescos y palomitas gratis no han tenido nada que ver esta vez, ya que la película también habría llamado la atención sin esta estrategia de marketing, gracias a su peculiar premisa, que nos presenta a los espectros con una cotidianidad extravagante en las cinco historias que nos muestra, todas ellas con un encanto especial. La cinta es una tragicomedia muy particular que bebe de directores como Chema García Ibarra y Aki Kaurismäki, referencias que se notan “a kilómetros” de distancia. Además, la reacción del público durante la proyección y los aplausos del final son pruebas más que suficientes para confirmar que Bodegón con fantasmas ha logrado conectar con los espectadores de la sala.

La película, como ya es habitual, ha sido presentada por los principales responsables de FANTAELX: Fran Mateu y Mario-Paul Martínez. Sin embargo, esta vez han traído con ellos a un invitado muy especial: Enrique Buleo, su director, también responsable de cortos como Decorosa o el galardonado El infierno y tal. Buleo ha logrado producir recientemente su primer largo: Wicked (2024). Nah, es broma, es evidente; me refiero a Bodegón con fantasmas.

Hemos podido hablar con Buleo sobre su proceso creativo y sus inspiraciones:

P: ¿Cómo se te ocurrió la idea para Bodegón con fantasmas?

R: Yo llevaba tiempo pensando mucho sobre la muerte, lo fantasmal y tal por una serie de sucesos que habían ocurrido en mi familia. Entonces tenía la necesidad de hablar sobre la muerte, pero con la intención de desdramatizarla, para que así no me doliera tanto, no me aterrara tanto. Yo suelo escribir mucho —el 95% de lo que escribo es malísimo—, pero suelo escribir mucho. Vi cómo tenía varias historias que tenían que ver con los fantasmas y con la muerte y que compartían una misma atmósfera, un mismo tono. Entonces dije: “Vale, aquí tengo una peli”. Aparte yo siempre he sido muy fan de las películas episódicas. Entonces pensé: “Pues voy a hacer un homenaje a el tipo de cine que a mí me gusta mucho y aparte voy a hablar de cosas que ahora mismo me tocan mucho, que me aterrorizan de alguna manera”. Pero con la intención de transgredir la muerte. Que no me suponga tanto problema acercarme a ella.

P: En Decorosa y El infierno y tal ya hablabas de estos temas, ¿no?

R: Sí, es que yo como que ya llevo mucho tiempo con los mismo temas. También me gusta mucho mezclar comedia, pero que parezca comedia involuntaria, que no parezca que está hecha para hacer reír. Todo ese tema de buscar la comedia dentro del drama, buscar la comedia dentro de situaciones macabras, a mí me gusta mucho.

P: ¿Y por qué te gusta este estilo de comedia?

R: Pues no sé si sé por qué me gusta. Muchas veces hago las cosas por intuición. No suelo hacer el ejercicio de replantearme la razón de mis intereses. A veces me encuentro con que mucha gente que ve mis cortos tiene una idea más clara de lo que me ha podido mover a la hora de hacer la peli que yo mismo. De hecho, a veces, en las entrevistas, cuando me hacen una crítica, pienso que han sido más finos y más concretos de lo que podría haber sido yo. Y eso que la he hecho yo. Entonces no sé por qué realmente hago las cosas así. Sé que me gusta mucho retratar el lado menos amable del ser humano y la vida. O sea, a mí el tipo de películas que acaban siendo como carne de tutoría de la ESO no me interesan. Las películas ejemplarizantes para que aprendas una lección de la vida… no me suelen interesar mucho. Me gusta más retratar el lado más oscuro de las personas, no me gusta edulcorar la realidad.

P: ¿Por qué normalmente para escribir sobre estos temas tan “oscuros” sueles escoger personajes femeninos de avanzada edad?

R: Me inspira muchísimo más la gente mayor. No sé qué pasa, pero yo veo una película interpretada por gente joven y digo: “Bufff”. Es que me da la sensación de que la gente mayor es más auténtica. Como que ya han pasado por tantas situaciones en la vida que se han quitado la máscara. Aparte me parece que la tragedia con una persona mayor se puede llevar más lejos. También, puede que me llame más la atención estos personajes por todo lo que veo en mis padres, que ya tienen una cierta edad. Lo que veo en ellos y en la gente de su edad me llega especialmente.

P: De hecho, para tu corto Las visitantes, te inspiraste en tus padres.

R: Sí. Mis padres vienen de una familia humilde que se ha dedicado a la agricultura toda la vida, así que ellos tuvieron que esperar a jubilarse para empezar a viajar. Mis padres son muy auténticos, no tienen una fachada para aparentar lo que no son. Y tras probarlo me dijeron: “Bueno, se está bien, pero tampoco me parece lo más”. Me comentaron todo lo que les desagrada. Y me hizo mucha gracia que desmitificaran tanto el mundo de los viajes. Además, esto es otra de las cosas que me gusta mucho: desmitificar. Yo creo que solemos romantizar bastante muchas cosas de la vida y del mundo que, luego, si somos honestos, ni son tan bonitas, ni son tan divertidas. A mí me gusta mostrar las cosas, como poco, con su crudeza. Con un punto humorístico, porque creo que eso lo hace más accesible, menos doloroso.

P: Se puede ver en películas como Decorosa o El infierno y tal que sueles añadir algo fantástico, pero al final rompes con ello, mostrando que “esto es falso”. En Bodegón con fantasmas has decidido no mantener esto, ¿por qué?

R: Porque quería probarme a mí mismo. No me apetece estar siempre en el mismo registro de “parece fantástico, pero no lo es”. Pensé que tenía que ser fantástico y tratarlo con muchísima naturalidad. Yo soy de un pueblo de Cuenca que se llama Villanueva de la Jara y de allí recuerdo que, cuando era un niño, era muy fácil encontrar a gente haciendo la ouija. Yo me acuerdo de que era un pueblo con pocas posibilidades. Entonces, si no ibas a mecanografía o no ibas a fútbol, hacías la ouija. Yo era del equipo ouija, evidentemente. Quería hacer un homenaje a la naturalidad con la que en algunos lugares se habla de la muerte o de la vida después de la muerte, de poder contactar con los fantasmas… Eran todos los motores de hacer esta peli.

P: Ya que mencionas el pueblo donde te criaste; lo rural tiene mucho peso en tu filmografía, ¿por qué?

R: Es que al final yo soy de un pueblo pequeño de 2.300 habitantes. Y, claro, para mí lo normal es hablar de mi realidad. Fíjate, toda la gente que tiene una mirada de lo rural desde la ciudad lo hace con exotismo, pero, por otra parte, la gente que vive en los pueblos mira esto con normalidad, es su realidad. Me hace mucha gracia que esta peli ya tenga muchas críticas que dicen que mi película es “una mirada hacia lo rural” o “un retrato de la España vaciada”. Y no tiene nada que ver, eso lo ven ellos desde su posición de persona de ciudad. En el fondo, yo no buscaba hacer un retrato de mi pueblo. Es simplemente una película que transcurre en mi pueblo, pero no va sobre este. Va sobre otras cosas. Les llama la atención el setting y se quedan solo con eso, sin indagar más.

P: ¿Por qué eliges a actrices con poca o nula experiencia?

R: Hasta ahora había trabajado siempre con gente no profesional o gente “natural” —que se les llama ahora— porque el grado de interpretación que yo les exigía y que venía bien para lo que yo escribía era muy sencillo. No tenían que hacer ningún alarde de interpretación ni nada. Entonces no me preocupaba en absoluto y yo buscaba, más bien, ese punto de autenticidad que suele tener la gente que no sabe actuar, que sabe hacer de sí misma y ya está. Entonces lo que hacía era hacer un casting bastante exhaustivo para buscar gente que más o menos me encajaba con el personaje que yo quería que interpretara —y luego que no tuvieran que actuar mucho—. Eso, por ejemplo, me gustaba mucho: yo tuve una experiencia con una actriz profesional que no salió nada bien y entonces le di la vuelta y dije: “Vale, no voy a ir por aquí, voy a buscar otra cosa”. Y entonces empecé a trabajar así, pero en esta peli sí que hemos hecho un “híbrido”: aquí ya hay gente profesional y no profesional. Lo que hemos hecho es intentar trabajar para que los registros de unos y de otros sean muy parecidos y nadie desentone, que la gente no pueda decir: “Cómo se nota que esta es profesional y esta no es profesional”.

P: Teniendo en cuenta que has realizado un filme episódico, ¿cómo ha sido la experiencia de pasar del corto al largo?

R: Yo me planteé: “Quiero hacer un largo”, pero me daba vértigo empezar ya a desarrollar una historia durante noventa minutos, era como “acabo de hacer varios cortos, de los cuales el que más dura es de quince y hacer un salto, de repente, de quince a noventa…”. La verdad es que me daba un poco de miedo. Eso, unido a que a mí me encantan las películas episódicas, me impulsó a hacerla así. Pero, luego, creo que ha resultado ser más difícil que si hubiera hecho una única historia larga, porque es encontrar cinco historias que hablen —más o menos— de un mismo tema. Que tengan una misma atmósfera, que tengan un mismo tono, que no haya muchos cambios de interés a lo largo de la peli, que, de alguna manera, al mismo tiempo que se parezcan, sean diferentes… Entonces, hacer todo eso ha sido complicadísimo. Al final, yo he estado escribiendo muchísimas historias que no han llegado a entrar porque era como “esta se parece un poco a la primera; en la resolución, esta la tenemos que tirar afuera…”. Al final ha acabado siendo más un problema que una ayuda.

P: ¿Veremos alguna de esas historias descartadas en forma de cortometraje?

R: Una de las historias que se quedó fuera, pero no porque no me gustara, sino porque ya se parecía un poquito a otra, así que ya no tenía sentido, la estoy desarrollando como largo.

P: ¿Tienes más proyectos en desarrollo?

R: Estoy ahora mismo con varias historias, desarrollándolas al mismo tiempo, porque una de las cosas que me pasó en este largo es que, como estaba desarrollando solamente uno, cuando me agobiaba y necesitaba parar y tomar distancia, podía estar hasta quince días en los que no podía hacer nada, porque era como “¿qué hago mientras necesito alejarme de la peli?” Entonces ahora lo que estoy haciendo es: tengo varios proyectos a la vez, entonces, cuando me agobio con uno o me bloqueo, me pongo con otro. Y así no tengo la sensación de que estoy perdiendo mucho tiempo. Ahora estoy trabajando en tres historias de ficción —tres largos— y uno que va a ser un híbrido entre documental y ficción. No sé cuál de los cuatro desarrollaré primero, pero creo que va a ser el de ficción con documental.

P: ¿Nos puedes adelantar algo de tu proyecto documental?

R: Puedo contar un poco, pero muy muy muy poco. Va sobre el mundo de las reliquias religiosas. De santos y todo eso.

P: Antes te dedicabas a la música y las artes visuales, ¿por qué decidiste cambiar al cine?

R: Creo que toqué techo como músico y como pintor. Tenía la sensación de que ya no me podía desarrollar más y de que las cosas que me interesaba contar las podía tratar mucho mejor en una película. La música y la pintura resultaban ser medios que se me quedaban un poco cortos para poder expresarme como yo quería. Es verdad que son dos disciplinas artísticas que me siguen encantando: yo soy súper melómano y me gusta muchísimo también el mundo de la pintura, pero, como no tengo tiempo para hacerlo todo, era como “tengo que apostar por una disciplina solo». Como intente estar siempre pintando, escribiendo, componiendo música… Al final no voy a hacer nada.

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