Mi amiga y enemiga: la naturaleza

Pablo Tenza

Este lunes 25 de noviembre, la cinemateca del recién construido edificio Valona en la UMH ha acogido la proyección de la película sudafricana Gaia (Jaco Bouwer, 2021), en colaboración con Shadowz, la primera plataforma de screaming de España.

La proyección se llevó a cabo a las 19h, tras el ciclo “Raíces del Fantástico Valenciano”, donde se proyectó el cortometraje La Muerte Roja (Dieto Amorós García, 1974) y se realizó un coloquio conducido por Jaime Quiles y el propio director de la cinta.

Al finalizar el ciclo mucha gente abandonó la sala, y, aunque el interés inicial del público en la proyección de la película parecía prometedor, la asistencia fue algo escasa, ya que se presentaron veintinueve personas de las ciento veinte que podían completar el aforo de la cinemateca. Sin embargo, la reducida multitud parecía esperar con ansias el comienzo de la película.

Un pequeño imprevisto técnico añadió una capa inesperada de autenticidad a la experiencia: la película se presentó en sus idiomas originales, inglés y afrikáans, sin subtítulos. Aunque este detalle podría haber supuesto un reto para algunos espectadores, muchos supieron apreciar la oportunidad de sumergirse plenamente en la atmósfera y el ritmo originales del filme, que transportan al espectador a un entorno tan salvaje y misterioso como la propia historia que narra.

Además, y en lo personal, ya había tenido la oportunidad de ver Gaia hace unos años, por lo que sabía más o menos lo que me encontraría. Por completar la experiencia, conseguí encontrar los subtítulos en internet, por lo que, cuando no entendía lo que los personajes decían, sacaba el teléfono móvil para leer rápidamente los diálogos. Este método improvisado acabó siendo de gran ayuda, y gracias a él pude captar una significante cantidad de elementos que no había tenido en cuenta en mi primer visionado.

Gaia cuenta la historia de Gabi, una guardabosques que sufre un accidente mientras intentaba rescatar su dron estrellado. Gabi es rescatada por Barend y su hijo Stefan, quienes viven alejados de la sociedad y veneran a una misteriosa entidad sobrenatural que habita en el bosque. Mientras Gabi cura sus heridas, se da cuenta de que el bosque está plagado de hongos que convierten a cualquiera expuesto a sus esporas en una especie de monstruo humanoide cubierto de plantas.

Es innegable que Gaia toma inspiración de obras como Annihilation (Alex Garland, 2018) en sus escenarios y The Last of Us (Naughty Dog, 2013) a la hora de diseñar a sus criaturas, de manera que resulta en una réplica casi idéntica de los zombis presentes en el videojuego. Sin embargo, Jaco Bouwer, su director, sabe darles un buen uso a estas inspiraciones: llegan, incluso, a ser figuras aterradoras gracias al maquillaje ultra realista de Sulani Saayman. Con todo, el punto fuerte de la obra no son sus criaturas, sino el profundo mensaje que guarda en su interior. Gaia no es solo una cinta de folk horror cualquiera, se trata de un potente eco horror que critica a una sociedad consumista que puso sus necesidades por delante de la tierra que la vio crecer. De hecho, la película ha sido nominada en festivales de cine medioambientales como el Green Film Festival.
La cinta utiliza este mensaje en diversas ocasiones como justificación de las acciones tanto de los personajes principales como del bosque, y es que, por muy surrealista que suene, el bosque no solo es un escenario en la película.

Gracias a la fotografía de Jorrie van der Walt, el filme consigue presentar un bosque amenazador e, irónicamente, claustrofóbico, gracias a los numerosos planos en los que la cámara recorre de manera lenta y continuada el entorno, mostrando un gran respeto hacia la propia naturaleza de la película para que seamos capaces de presenciar tanto la belleza como lo amenazante del bosque. Por otro lado, la banda sonora de Pierre-Henri Wicomn, compositor recurrente de Jaco Bouwer, aprovecha un escenario natural y espacioso para crear una melodía llena de sonidos ambientales acompañados por un notable eco que nos recuerda a la vastedad del bosque. El diseño de sonido de la película refuerza este aspecto, consiguiendo destacar los crujidos de las hojas, los silbidos del viento, los cantos de los pájaros, e, incluso, los amenazantes rugidos en la lejanía.
Estos elementos combinados ayudan a que un lugar de lo más común se transforme de la nada en un ser tanto misterioso como temible, de motivaciones desconocidas y posibilidades ilimitadas.

No obstante, como ya he mencionado anteriormente, el plato fuerte de Gaia son los potentes temas que presenta. La desconexión humana con la naturaleza y las consecuencias de la intervención humana en la misma consiguen hacerse presente y crear un temible monstruo que solo busca su propia venganza y conseguir que el ser humano sufra las mismas consecuencias. De hecho, me gustaría creer que la transformación del ser humano en los temibles seres de la película ilustra cómo se siente la naturaleza al ser transfigurada a la fuerza en algo que no quiere ser por el bien de otra fuerza más poderosa.

Al terminar la proyección, ocurrió algo muy especial: las 29 personas que habían acudido a ver la película permanecieron en la sala hasta el final y, para sorpresa de todos, estallaron en un aplauso. A pesar de haber disfrutado de Gaia en sus idiomas originales y sin subtítulos, el público supo conectar con la fuerza visual y emocional de la obra, demostrando que el idioma del arte es universal.

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