Juan Albarracín, usando la razón para crear El Instinto

Héctor Antón

Este 26 de noviembre, como parte del sexto día de FANTAELX, se ha proyectado El Instinto en la sala de cine del edificio Valona —posiblemente reconozcáis el sitio como la construcción con forma de apetecible hamburguesa que hay en la UMH—.

La película está protagonizada por Abel (Javier Pereira), un hombre que sufre un caso severo de agorafobia, que se ve forzado a superar su miedo en un plazo de dos semanas. Para ello, recibirá una terapia peculiar o, mejor dicho, un adiestramiento muy peligroso, dirigido por José (Fernando Cayo), una especie de César Millán desquiciado que interpretará el rol de su nuevo amo hasta que supere sus miedos y se deje llevar por su instinto.

Si tras oír esta premisa tan atractiva habéis pensado —aparte de que esto es el kink de algún furro perturbado— en ir a ver la cinta al cine lo antes posible, siento ser yo quien os chafe el plan, ya que El Instinto se estrenará en mayo de 2025. Además de la proyección del filme, la cinta ha sido presentada por José Egea, el productor de la película; Álvaro Delgado, el responsable del montaje; y Juan Albarracín, el director y guionista. También participaron en un coloquio respondiendo las múltiples preguntas que le realizaba el público que acababa de ver su obra. Podéis acceder al coloquio gracias al enlace que se encuentra al final de este artículo.

A continuación, os dejo con la entrevista que le hemos hecho a Juan Albarracín:

P: El Instinto ganó el primer premio en el Abycine. ¿Cómo habéis vivido la recepción de este premio?

R: Muy guay, Abycine es un festival que tiene mucha reputación por impulsar a directores nuevos y gente que está empezando. Entonces, de repente estrenar allí y encima salir con el premio del primer sitio al que íbamos fue como muy dulce, como de cuento. La verdad es que todavía estamos ahí, notando el impacto, porque la gente nos lo dice mucho dentro de la industria: “Ah, mira Abycine, tal…”. Ojalá tenga eso luego alguna aplicación real que no sea solo el evento.

P: Este ha sido tu primer largo, hasta entonces solo habías realizado cortos, ¿cómo ha sido tu experiencia a la hora de empezar con los cortos?

R: Es jodido. Sobre todo porque el tema aquí, cuando estás haciendo cortos, es que tienes dos opciones: o pegarte dos años para hacer un corto y encontrar una productora que te levante una subvención, con incentivos y no sé qué, haciéndote una pieza con 50.000 euros; o rodar con lo que tengas. Nosotros somos de la escuela de rodar con lo que haya. Yo el corto más caro que he hecho ha costado 5.000 euros. Eso es nada para lo que son los cortos grandes. El resto siempre han sido 1.000, 2.000… cositas así. Es duro, porque al final—a nivel de factura— no puedes siempre demostrar todo lo que querrías. Entonces, todos son como ejercicios, pensando en que cuando puedas hacer una cosa con más dinero —como ha sido este caso— podrás demostrar más solvencia estética. Y de repente aquí, siendo una peli superpequeña, creemos que hemos conseguido dar un paso más y que se nos tome con un perfil más profesional.

P: Y a la hora de distribuir los cortos, ¿tienes algún consejo?

R: Pues mira, yo diría que es muy importante tener un guion superinteresante, lo más que se pueda. Y para eso hay que recibir mucho feedback y también tragarse mucho el ego. Esto para intentar enganchar a gente conocida, traer algún actor conocido que le ponga cara. Porque hay algunos actores que, aunque no haya un gran presupuesto, están dispuestos a echarle una mano a gente que empieza. Y ya solo eso te va a abrir muchísimo las puertas a nivel de distribución, tanto si te lo distribuyes tú solo, como si luego te coges una distribuidora que te lo mueva. Entonces, es intentar juntar el dinero mínimo para poder traerte a alguien que tenga cara. Teniendo una idea que funcione, sea interesante y guste en el circuito. Y así intentar colocarlos en el mapa. Que esto es lo que yo no he hecho, y que ahora digo: “Voy a empezar a hacerlo”.

P: En tus cortos solías retratar dramas muy reales. En cambio, para El Instinto has optado por un guion más extravagante. ¿Por qué?

R: Es verdad que a nivel de género yo solo había hecho un corto que fuera thriller y terror. Que ni siquiera era terror, era más thriller. Fue el primero que hice al llegar a Madrid. Como dices, todo lo demás eran premisas más dramáticas. Y, a ver, la explicación es que a mí me encanta el thriller, me vuelve loco el género. Además de que había que hacer un producto que supiéramos que podíamos vender con una mayor facilidad que un drama de personaje. Y, ya que el thriller me encantaba y queríamos un género que pudiera tener una vocación autoral y al mismo tiempo que llame la atención del público… Creo que ha salido mejor de lo que podría haber salido al no tener yo tanta experiencia en este tipo de proyectos. Y ya te digo que lo siguiente que estoy preparando no es un thriller, es un drama más de personaje. Pero que también luego estoy empezando a desarrollar otro thriller.

P: ¿Qué te inspiró para la idea detrás de El Instinto? ¿Fue una vivencia personal?

R: Sí que había una parte de vivencia personal porque fue todo en el post-COVID de 2020: trastorno de ansiedad, generalizado en la población y mío personal. Fue un punto de partida personal para empezar a hablar de algo que a mí me generaba mucho malestar o que me impedía estar en paz con la vida. Lo que pasa es que ya empezamos a entrar en el género, entrar en lo que era la pura ficción y empezar a llevármelo a un caso más extremo y ya hacer lo que era la película, porque creíamos que, para que el thriller fuera más interesante y tuviera más condimentos, había que llevarse el caso de la ansiedad a un punto un poquito más extremo. Pero sí que nace de algo personal, al cien por cien.

P: Sueles retratar a personajes cobardes, gente que no se atreve a afrontar el futuro, ¿por qué te llama tanto la atención este tipo de personajes?

R: Esto es una reflexión que voy a empezar a hacer que no he hecho nunca antes… Creo que, en verdad, es porque todos somos mucho más cobardes de lo que realmente creemos, incluso de lo que proyectamos en la gente —esto sí que es verdad que lo hablo mucho con amigos—. Entonces, yo creo que, en los conflictos que hemos de tratar, me gusta partir de un personaje que no se atreve a tomar una decisión porque creo que ahí, cuando entre el conflicto, todo se va a potenciar mucho más. Creo que realmente refleja mucho cómo es la vida y nuestro día a día: a veces tienen que pasarnos cosas extraordinarias para que tomemos decisiones pequeñas o mucho más normales porque estamos perdidos o no somos capaces de encontrar el camino. Entonces, creo que esto pasa mucho en lo que escribo.

P: El conflicto de tus personajes suele girar alrededor de los viajes, ya sea quedarse en un sitio, volver a otro, abandonar su lugar… ¿A qué se debe esta fijación?

R: No lo había pensado antes y lo nuevo que hemos escrito también va por ahí. Supongo que hay algo de mecanismo narrativo que funciona muy bien: el “me tengo que ir”, “tengo que llegar”, “tengo que salir”, y porque sí hay algo que me interesa mucho que es el sentido de pertenencia a algún sitio. Es algo que me ha acompañado toda la vida, no en el mal sentido, sino en el bueno, yo siempre me he sentido muy de mi tierra, pero siempre me llamó la atención la gente que no, o el hecho de que yo, por ejemplo, haya nacido en un sitio al cual nadie de mi familia pertenece, yo soy el único. Es algo que me interesa. Es verdad que en El Instinto también está: de repente, el personaje está en un sitio al que no pertenece, que le es extraño y que le es incluso hostil, que es el exterior. Siento que son fuentes de conflicto interesantes. Aunque es verdad que me estoy repitiendo ya un poco y tengo que empezar a cambiar, ¿no?

P: Publicaste un libro a los quince años, ¿qué diferencias notas a la hora de escribir una novela y un guion? ¿Cuál dirías que es más fácil?

R: A mí, personalmente, se me hace más complicado escribir guion. Quizá porque cuando empecé a escribir novela lo hacía desde un sitio en el que no tenía ninguna pretensión profesional real —yo podía tener mi fantasía de “oh, la novela que llega a todo el mundo”— pero realmente yo lo hacía por pura diversión. En el guion, sí que tengo al público más presente y sí que intento encontrar una estructura mucho más sólida. La autoexigencia es mucho más fuerte. Me cuesta más por eso. La novela, en cambio, fluye mucho más, la disfruto más… Es curioso, porque es donde, de verdad, yo encuentro la pasión por escribir, mientras que en el guion encuentro la pasión por rodar. Es distinto porque escribo y ruedo. Se me hace mucho más difícil el guion. Creo que el filtro de verosimilitud y verdad creo que es mucho más fuerte. Creo que el público es mucho más crítico con lo que ve que con lo que lee. “Crítico” en cuanto al nivel de “verdad” que haya en la historia: en cómo hablan los personajes, cómo se construyen los espacios… Creo que la novela sí que tiene un filtro más amplio para entrar en el código que te plantea. El cine, en cambio —con lo que cuesta levantar una peli— tienes que atinar cuando la haces.

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