A la caza de estereotipos femeninos en el cine

Zoe Montilla

La madre, la instigadora, la diosa, la horrible, la protectora, la villana, la heroína, la histérica, la renovada, la caída y todo a la vez.

El cine ha reflejado un cambio social histórico a través del personaje femenino mejor que con cualquier otro instrumento narrativo. El cine de terror ha plasmado el miedo a la feminidad en una infinidad de obras. Es una fobia que se crea en la infancia a partir de las expresiones patriarcales que un cerebro consume, y solo se puede curar de la misma forma que se hereda.

El personaje de la mujer ha sido desprestigiado históricamente de una manera tan triste y tremenda que hace cuestionarse si merece la pena intentar cambiarlo. Algunos de estos tropos son fácilmente descriptibles con expresiones usadas en nuestro vocabulario diario, como “mujer florero” o “mala pécora”. La mujer soberbia que busca el daño al hombre, que no siente empatía alguna y solo quiere ser venerada fue el principal rol de la mujer en muchos mitos, novelas y películas. Menos mal que luego se consiguió el muchísimo mejor papel de la mujer “buena”, que es sumisa, sacrifica su objetivo propio y su libertad. A diferencia de la mente de la fulana, que solo gira en torno al hombre y lo mucho que lo odia, la mente de la esposa lo hace en torno al hombre y lo mucho que lo ama. Tropos más específicos como la madre, la mujer estatua, la heroína y la bruja se han desarrollado en la VII edición del Congreso Internacional de género fantástico, audiovisuales y nuevas tecnologías.

Mercè Ginard Curient ha comparado los personajes de La bruja, Hereditary y Lamb para descubrir a qué se debe la prominencia de la figura materna en las películas de terror. La naturaleza contradictoria de los progenitores puede crear conflictos muy interesantes. Una madre es controladora, represora, está resentida con sus propios hijos y, a la vez, es la protectora de estos, ella es su mayor —y a veces único— apoyo. Tener madre, una figura humana —es decir, con su bien, no tan bien, mal y peor— que cuida de nosotros en nuestra mayor vulnerabilidad es una experiencia que la mayoría de las personas comparte. El trauma transgeneracional es un tema que el cine contemporáneo ama, y las cintas de terror no pueden quedarse atrás. Se puede considerar natural que de quien nace un humano pueda nacer un conflicto digno de película.

La imagen de la bruja sigue de manera libre el esquema de la femme fatale: mujer que usa su seducción como herramienta para conseguir su objetivo, que es perjudicial para el propósito del protagonista. Cuanto más atrás veamos (pero sin salirnos del reinado de las religiones monoteístas), más veremos este arquetipo. En el folk horror, se observa en el clásico La garra de Satán. Elena Menéndez Requeno nos ha contado en su comunicación el origen de este fenómeno. Comienza en los años sesenta con el intento de recuperar el culto espiritualista que centraba a la mujer como Diosa. Ya vemos el rechazo que se tenía por estas creencias ancestrales en personajes como William Gull en From Hell, así que no es ninguna sorpresa que se les tachara de brujas a estas hippies. En su segunda charla, la doctora analiza la facción feminista de las brujas. Se ha empoderado seriamente su imagen, tomando la amenaza que estas mujeres imponen sobre el hombre por el hecho de existir como una fortaleza en vez de debilidad. En The Craft, Akelarre, Maléfica e incluso de maneras más cómicas como en Elvira, reina de las tinieblas y Jennifer’s Body a las brujas se las dota de valor, en vez de convertirlas en un retrato de otra mujer en llamas.

Los estereotipos de la mujer en el cine de terror han tenido una evolución beneficiosa para todo espectador. Se podría decir que estas villanas tuvieron su final feliz: vivieron felices y comieron hombres.

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