FANTAELX se actualiza a su última versión

Adán Pagán

La decimotercera edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Elche da comienzo con la proyección en los Cines Odeón de un clásico del género ciberpunk: Ghost in the Shell.

Este jueves 14 de noviembre, FANTAELX se reinstala en las grandes salas. La efigie de esta edición es la joya del cine ciberpunk Ghost In The Shell (Mamoru Oshii, 1995), en específico la versión original sin incluir reediciones digitales posteriores. Esta elección representa a la perfección la temática de este año: la cultura japonesa y el ciberpunk.

Media hora antes de que el cine Odeón abra sus puertas ya se ha acumulado una cola que acabará llenando la sala. Antes de comenzar, Fran Mateu y Mario-Paul Martínez, director y subdirector del Festival, respectivamente, presentan la proyección, decorada con una exposición sobre la dificultad de encontrar la versión original de dicha película debido a las modificaciones de los 2000, las intenciones detrás del diseño del cartel  (mantener el blanco y negro para conservar la trama del manga y usar personajes chibi con la intención de homenajear la cultura japonesa) y los detalles del evento: abarcará del 13 al 22 de noviembre, en diferentes sedes (cines ABC, Odeón, edificio Valona…). Y entre sus contenidos se incluye desde la proyección de filmes soberbios como Decorado (Alberto Vázquez, 2025) o Gaua (Paul Urkijo, 2025) hasta la participación de miembros destacables como Darsy, quien diseñó los vestuarios de Juego de Tronos (2011-2019) y The Witcher (2019-actualidad).

Con esto, y tras un agradecimiento por acudir a la cita, las luces se apagan y los espectadores se funden con la historia delante de sus ojos. 

Tras el asesinato de un antiguo jefe de Estado, una mujer ciborg, Motoko Kusanagi (Atsuko Tanaka), sueña con el nacimiento de su cuerpo cibernético acompañado de una canción angelical que augura un alma, su posición fetal, su piel y sus ojos, tan hermosos como escalofriantes, nos confiesan algo indeleble: que entre el aspecto de un humano y el de un robot ya no existe ninguna diferencia. Y cuando más adelante un hombre pierde su conciencia, hackeada para implantar una nueva, se repite la misma pregunta sobre las almas. 

 

El público desconoce este hecho, pero están compartiendo una experiencia más cercana de lo que parece a la de hace treinta años: el estreno original de Ghost in the Shell también tuvo lugar en un festival de cine fantástico, el de Tokio de 1985. La preservación de estas experiencias y su posterior emulación son el fruto de la unión entre la tecnología y la humanidad, que forman parte del arte cinematográfico.

Esta unión y sus consecuencias en el desarrollo humano a futuro, tanto desde el punto de vista evolutivo (si la tecnología representará el siguiente paso en la cadena evolutiva e incluso uno paralelo al humano) como al propio concepto de identidad (cuánta tecnología debe sustituir al cuerpo humano para perder la humanidad o si la conciencia se puede recrear con tecnología). Este Festival también encuentra un parecido con estas dos facciones, pues, si tanto la tecnología como la naturaleza evolucionan a base de variaciones aplicadas a cada nuevo individuo (o cada actualización de software), eso significa que ambas tienen algo en común con este Festival, que cada año cambia un poco en búsqueda de limar asperezas, y no podría ser de otra manera cuando el arte audiovisual que ya está escrito se compone de ambas piezas, funciona así.

Una vez terminada la proyección, el público se marcha y deja como regalo su veredicto: la mayoría de entrevistados jamás habían visto la película, pero todos han encontrado disfrute en ella. Treinta años después, Ghost in the Shell da pie al concepto de las IAs, refiriéndose a aquellas destinadas a chats; es lo esperable cuando parecen estar a las puertas de la consciencia, y tras verse sujetas a avances y procesos inalcanzables para los humanos. A este diálogo se le añaden un par de pequeñas voces sobre el concepto de la era de la información, que resultaba casi impensable en el internet antiguo de 1995 —e incluso más explorado en series japonesas como Serial Experiments Lain (1998) tres años después de esta película—. Por último, también se destacó su huella en la cultura popular, es uno de los pilares fundacionales del género ciberpunk, bebe de la esencia de otro clásico como Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y, a su vez, es inspiración de clásicos como Matrix (Hermanas Wachowski, 1999).

FANTAELX se ha instalado una vez más, se replicará unos días y regresará a su matriz durante otro año. Su identidad como carta de amor a la fantasía, capaz de dotar de credibilidad a lo imposible (para lo que es diestra la animación), es inalterable y lo mantendrá abierto a quien siga deseando redescubrir su humanidad a través del arte.

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