18 Nov Cuando el hogar deja de ser refugio
Pablo Tenza
Este lunes 17 de noviembre se ha proyectado Disforia (2025), la ópera prima del director ilicitano Christopher Cartagena, un thriller psicológico inquietante sobre la maternidad y la fragilidad de la familia en tiempos difíciles.
La sesión comenzó a las 19:00 en la cinemateca del Edificio Valona de la Universidad Miguel Hernández de Elche, con la asistencia del director de la película y la actriz Noah Casas, quien interpreta a Say, la hija de la protagonista.

Disforia (2025) nació como adaptación de la novela homónima del escritor español David Jasso, quien es también un gran referente en el terror psicológico contemporáneo, y cuenta la historia de Esther (interpretada por Fariba Sheikhan), quien, junto a su marido Tomás (interpretado por Eloy Azorín) y su hija Say, escapa de una ciudad que colapsa lentamente bajo la violencia. Llegan a su antigua casa en el bosque, donde se refugian temporalmente mientras esperan a un comprador anónimo para recaudar el dinero y poder emigrar a Francia. Sin embargo, a la mañana siguiente, Esther se despierta con dos sorpresas inesperadas: Tomás ha desaparecido y en la puerta se ha presentado Vera (interpretada por una maravillosa Claudia Salas), una inquietante desconocida que afirma conocer a Tomás y ser el comprador que les otorgará el dinero.
En un turno de los acontecimientos, el día de la huida se convertirá en un descenso hacia un sangriento festival de violencia en el que Esther tendrá que proteger a su familia de un intruso dispuesto a acabar con todo.

Sabes que un director tiene una fuerte voz propia cuando logra que su historia se perciba como un reflejo colectivo. Christopher Cartagena construye, mediante una increíblemente potente dirección, un relato donde los aspectos domésticos, psicológicos y sociales más cotidianos de una familia disfuncional se entrelazan de la forma más macabra posible hasta convertirse en un único estado emocional: la disforia. Esa sensación de sentirte fuera de lugar, sin poder controlar tus propios pensamientos y acciones, y molesto por el comportamiento de las personas más cercanas en tu entorno, como si fueses un animal que únicamente sigue sus instintos de supervivencia y deja que estos interfieran en su afinidad, como un simio. Se recuerda entonces que todo mito contemporáneo nace de miedos muy reales, por muy fantásticos que parezcan. El miedo a la violencia, a la mirada ajena de las personas en las que más confías, a ser sustituido como si nunca hubieses existido y a que, sin saberlo, todo tu trabajo y legado desaparezca, son más que reales. El miedo no siempre se basa en un cuchillo o un aterrador monstruo; a veces también viene de los pensamientos más intrusivos del ser humano, y Disforia sabe cómo utilizar esto a su favor.

Disforia cuenta con un decorado especialmente pulido: la antigua casa no es solo un escenario que sirva para provocar claustrofobia y limitar las posibilidades de escape de los protagonistas como buen home invasion que es; también es un organismo vivo que le recuerda constantemente sus peores traumas a Esther y el porqué decidió huir. Mientras tanto, las pantallas no son solo componentes de un dispositivo electrónico; son una ventana a una sociedad voyeurista que ve la violencia como un simple espectáculo y el miedo como algo viral, y nos recuerda que los seres humanos no piensan en su propia especie como una comunidad, dejan salir su lado más salvaje sin consecuencias utilizando únicamente una foto de perfil y un nombre inventado.

La brillante actuación de Fariba Sheikhan y Noah Casas nos recuerdan que un gran número de las amenazas contemporáneas no tienen por qué provenir de lo físico, sino que son invisibles al tacto humano y yacen en lo psicológico, sobre todo en lo íntimo y en cómo nos relacionamos con las personas que más afirmamos querer, al final del día eso es uno de los aspectos principales de la maternidad. A la par, Claudia Salas brilla por su espontaneidad y su salvaje química con Fariba, a fin de cuentas no hay nada más roto que la mente de una persona que actúa espontáneamente mientras se deja guiar por el odio. Vera es un personaje peculiar, muy verbal y al mismo tiempo muy inquieto, y eso es lo que hace que destaque tanto. Sabe cómo llenar los silencios incómodos y los espacios vacíos de la película de la forma más animada posible y, curiosamente, eso es lo que lo hace más aterrador, porque nunca sabes cuándo va a explotar, es como la mecha invisible de una bomba de relojería, la oyes pero no ves su recorrido.

Visualmente, Disforia destaca por sus tonos fríos y encuadres abiertos, pero, sobre todo, destaca por sus primeros planos, y es que, como si se tratara de un filete que necesita acompañamiento, Christopher es el chef que siempre encuentra los ingredientes más frescos y los prepara para colocar en el momento perfecto en el que el espectador necesite espacio personal antes de que la gota de sudor recorra la mitad de la frente, la tregua no es negociable.
Tras terminar la película y tras un aplauso de un minuto, Christopher realizó un coloquio junto a Noah Casas en el que contó cómo fueron las cuatro semanas que duró el rodaje, los retos a los que se tuvo que enfrentar el equipo y diversas anécdotas graciosas por parte de la joven actriz. Un aspecto curioso de la sesión fue que un considerable número de asistentes conocían a Christopher, y es que, como se suele decir, el mundo es un pañuelo, y es muy agradable ver cómo apoyan personalmente el trabajo de un conocido al que tanto admiran.
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