02 Dic Todo lo que tiene nombre, existe
Este sábado 30 se ha proyectado Irati (2022), el segundo filme del director vasco Paul Urkijo, una fábula fantástica que explora los vínculos entre el ser humano y lo sobrenatural en una película con un gran peso visual y narrativo.
Texto: Pablo Tenza – Vídeo: Adán Pagán – FOTOS: LEONARDO GABRIEL GUEVARRA VILLEGAS
Hemos contado con la presencia del propio director, Paul Urkijo, y de la directora de vestuario y ganadora de un Goya Nerea Torrijos, en un coloquio en el que también se han sorteado cinco ejemplares del libro Irati, el arte de la película. La proyección se ha llevado a cabo en el Auditorio del Centro de Congresos “Ciutàt d’Elx” a las 11:00 de la mañana.
Irati es una película tanto histórica como fantástica basada en la novela gráfica El ciclo de Irati, de J. L. Landa y J. Muñoz. La película está ambientada en los Pirineos vascos del siglo VIII, donde un joven llamado Eneko busca recuperar el cadáver de su padre, el cual está enterrado de forma pagana, tras sacrificarse para acabar con el ejército de Carlomagno en la batalla de Roncesvalles. Durante la aventura conoce a Irati, una joven pagana que servirá como el punto de partida para que Eneko decida si debería confiar en la tradición cristiana o en el poder ancestral que protege esas tierras.
Reconoces que un director sabe lo que está haciendo cuando la proyección de una película basada en una leyenda vasca se siente como si estuviera compartiendo siglos de conocimiento sobre los orígenes de un territorio. Y es que así es como se construye el folclore de un país, mediante la oralidad y los escritos. Nada de lo que sabemos sobre la historia antigua de un país es cien por ciento certero, ya que cada boca o instrumento que cuenta una historia lo hace con personalidad propia, es un horno por el que primero tiene que entrar una bola de masa para convertirse en un galleta.
En Irati, tanto la naturaleza como los seres que habitan en ella no son meros aditivos o simbolismos; son personajes vivos, tan reales como los humanos que interactúan con ellos. De aquí parte el dicho vasco y frase principal de la película: “Izena duen guztia, ba da” (“todo lo que tiene nombre, existe”). La propia frase indica que el hecho de nombrar cualquier cosa le otorga la suficiente realidad como para afirmar que existe, y esto en la propia mitología vasca en la que se basa la película es muy recurrente. Cuando se menciona a la Madre Naturaleza, se le otorga una etiqueta para indicar que es real, por lo que creamos esa representación de la naturaleza como un ser ancestral y todopoderoso, en la mitología vasca a esta diosa se le conoce como Mari.
El simple hecho de dar nombre es un acto de reconocimiento, es un puente que conecta la realidad física que todos conocemos con la realidad fantástica y misteriosa que sólo podemos conocer mediante la palabra. Estos dioses antiguos y fuerzas invisibles (y no tan invisibles) sobreviven no sólo mediante rituales y creencias, sino también gracias a la memoria y a la identidad de un pueblo que depende de ellos y, por lo tanto, no olvida sus raíces.
Irati no sólo es una película fantástica, sino que se convierte en una película histórica que cuenta la historia de Eneko Aritza, el proclamado primer rey de Pamplona, y la historia de cómo los vascones fundaron la selva de Irati, un bosque ubicado actualmente en Navarra y que ha pasado por cientos de años de historia, desde rituales paganos hasta la explotación de madera para barcos.
Irati sabe crear un universo que resulta visualmente deslumbrante, no había que esperar menos de Paul Urkijo, quien ya demostró en Errementari (2018) que era un maestro a la hora de diseñar una producción fantástica. La belleza en Irati se puede encontrar tanto en las criaturas, diseñadas por el propio director, como en las paletas de colores utilizadas en las diferentes zonas de la película; en la maravillosa fotografía de Gorka Gómez Andreu, quien utiliza el propio mundo de la película como un personaje individual; hasta el increíble vestuario de Nerea Torrijos, que se explica de forma muy detallada en el libro de arte de la película.
Por otra parte, considero importante destacar el increíble trabajo que se ha volcado sobre los efectos especiales, tanto digitales como prácticos, ya que gracias a ellos la película es capaz de mantener ese constante sentimiento de estar oyendo un cuento de hadas, y sorprenden múltiples veces, tales como la escena del vestido en llamas de Mari o la aparición del cíclope Tártalo. Los efectos digitales de ALIVE VFX son tan efectivos que fueron incluso nominados a un Goya gracias a su trabajo en la película.
La banda sonora es otro punto a favor, y es que Aránzazu Calleja y Maite Arroitajauregi aprovechan diferentes estilos para crear una experiencia tanto épica y emocionante como surreal y tranquila. En diferentes puntos de la película, y dependiendo siempre del momento, la música varía desde una orquesta que nos recuerda a bandas sonoras tales como las de El Señor de los Anillos hasta sonidos ambientales en los momentos más tranquilos y bellos del filme, aprovechando la cinematografía natural del bosque.
Urkijo nos recuerda la importancia de mantener viva la mitología de un país cuya cultura se sustenta principalmente en una historia tormentosa, ya que, como nuestros ancestros hacían, la mejor forma de compartir nuestros conocimientos no es sólo la de utilizar nuestra voz —ya que el cine, como una forma de crear arte, no sólo se puede utilizar para sobrellevar las emociones más complejas—, sino también para contar las historias más grandes sin importar lo ambiciosas que sean.
Al finalizar la proyección de la película, Fran Mateu, Mario-Paul Martínez, Nerea Torrijos y Paul Urkijo se subieron al escenario para desarrollar un coloquio en el que hablaron tanto del rodaje como de la propia mitología vasca.
A la hora de responder preguntas pudimos notar que entre el público se encontraba un abanico muy grande de intelectuales, tanto de la historia como de la propia mitología. Fue tal el entusiasmo de conversar sobre estos temas que el coloquio se extendió unos 10 minutos para que la gente pudiera compartir su conocimiento.
El coloquio, y por lo tanto el evento, finalizó a las 14:00 con un sorteo de 5 ejemplares de Irati, el arte de la película, en la que Paul y Nerea se taparon los ojos para decir dos números que correspondían al número de la fila (del uno al cinco) y al número del asiento (del uno al dieciséis).
Además, antes del comienzo de la proyección, tuve el placer de entrevistar a Paul Urkijo, quien pudo ofrecerme una cantidad notablemente alta de información que me gustaría compartir a continuación:
P: Irati se ha convertido en la película en euskera más taquillera de la historia. Habiendo cumplido este hito y viendo el resurgir que ha tenido el cine vasco en los últimos años, ¿considerarías que se le suele dar la espalda a este cine en los festivales?
R: No, no creo, en general el cine vasco tiene un historial bastante saludable, incluso desde los años setenta con Enrique Urbizu, con Álex de la Iglesia, etc. Pero en general siempre ha gozado de buena salud y en este caso lo que hago, que es género fantástico, a día de hoy en el cine vasco tiene detrás a la productora Moriarti y más, que hacen películas que ganan muchos Goyas, que van a festivales internacionales, etc. Sí que es verdad que como yo hago cine fantástico, mis películas quizás son más de nicho y no están tanto en festivales de clase A, pero sí que están en festivales como Sitges, que es, por ejemplo, el festival más importante de género fantástico del mundo.
P: ¿Qué películas has tenido en cuenta a la hora de crear una obra de tal magnitud?
R: Bueno, la verdad es que no he intentado copiar nada en general, pero, evidentemente, yo tengo unas referencias vitales que son ese mundo de cine de espada y brujería de los ochenta. Yo pensé en Conan el Bárbaro (1982, John Milius), Excalibur (1981, John Boorman), Legend (1985, Ridley Scott), Jasón y los argonautas (1963, Don Chaffey). Yo crecí con todo ese cine. Entonces, lo que, por un lado, me ha influenciado mucho ese cine y, por otro lado, todas las historias que a mí me contaban de mitología vasca. Cuando yo iba al monte, mis padres me decían que en el bosque vivía el Basajaun, en las cuevas vivía Mari, y en los ríos las lamías. Yo he unido un poco esos dos mundos, el mundo cinematográfico de fantasía, que era un tipo de cine extranjero, con las historias que me contaban de niño. Y a la hora de inspirarme en cuanto a nivel cinematográfico me han inspirado mucho, por ejemplo, directores como David Lynch en lo que concierne a de retratar los escenarios de la manera más grande y épica posible, porque pretendíamos que fuera una película épica de género fantástico.
P: ¿Qué cineastas has tomado siempre como inspiración?
R: Yo tengo dos tipos de directores de cine que para mí son importantes. Por un lado, tengo los que he tenido que estudiar y he aprendido muchísimo a nivel didáctico, son directores como Kurosawa, Fritz Lang, David Lynch, Howard Hawks, John Ford, Steven Spielberg, etc., son directores clásicos de los que aprendes un montón. Pero luego, por otro lado, están los que son mis favoritos, los que quizás más me han influenciado, que son Peter Jackson, Álex de la iglesia, Guillermo del Toro, Terry Gilliam, incluso Jim Henson. Y también me ha influenciado muchísimo Hayao Miyazaki, en este caso, por ejemplo, con La Princesa Mononoke (1997), que, aunque ha sido totalmente inconsciente, hay muchísimos aspectos que se tocan con Irati.
P: ¿Por qué crees que el cine fantástico del norte de España se suele relacionar con el folclore?
R: Yo creo que la zona del norte, y quizás en el caso del País Vasco, por ejemplo, gracias al idioma se han mantenido ciertas creencias más arraigadas. Es una zona que orográficamente se presta más a que haya zonas aisladas, también en la zona de Galicia, Asturias, Cantabria, etc. Entonces es más fácil que en esos pequeños valles se mantengan cuentos, deidades, seres que viven en charcas, ríos, cuevas, etc. En el caso del País Vasco, tenemos una riqueza mitológica muy grande que gracias al idioma también se ha podido mantener.
P: Sabemos que estudiaste Bellas Artes y que te encanta la ilustración. ¿Podrías decirnos cuál es tu película animada favorita?
R: La Princesa Mononoke, sin duda, aparte de ser mi película de animación favorita, es en general una de mis películas favoritas. Lo que me gusta de La Princesa Mononoke es, primero, que cada vez que la veo me emociona, me parece una película muy triste y muy bonita, en la que ves que nadie tiene razón y todos tienen razón. Es ese choque entre el mundo de los humanos y el mundo de la naturaleza, que sufren los dos, porque por un lado el mundo de los humanos quiere buscar su sitio y por otro lado están las criaturas del bosque que sufren la violencia de los humanos y la ira les corroe. Entonces, digamos que es muy bonito y muy triste cuando ves que todo el mundo tiene razón de alguna manera. Y luego, además, en ese mundo surge una historia de amor imposible entre Ashitaka y San, que es un amor que no consuma y me parece precioso.
P: Sabemos que Irati viene del cómic El Ciclo de Irati, que leíste cuando eras un adolescente, pero ¿cuáles son exactamente sus orígenes?¿Has querido hacer la película desde que leíste el cómic?
R: Yo realmente quería hacer una película sobre mitología vasca desde mucho antes, o sea, siempre he querido hacer eso y siempre he estado buscando una excusa. Digamos que he buscado el punto del cual partir en una historia, ya sea una situación, un personaje o un lugar. Por un lado, ya había hecho Errementari, basado en el cuento Patxi errementaria del folclore vasco, Porque el tema de la casa de los demonios torturados por el herrero me generaba toda esa historia relacionada con esos dos personajes. Y, en este caso, yo quería hacer una película de mitología vasca, pagana, telúrica, con todas esas deidades mitológicas. Y cuando andaba dándole vueltas recordaba que uno de los referentes que tengo es El Ciclo de Irati, de José Luis Landa y Joxean Muñoz, que era un cómic de estilo juvenil que andaba más hacia el cómic belga, pero más de aventura, más fantástica. Era una historia que se ubicaba en el siglo octavo, en el que aparecían estos dos personajes. El primero, Eneko Aritza, supuesto primer rey del reino de Pamplona, que es un personaje que está entre la realidad y el mito. Es como una especie de rey Arturo, se sabe que existió porque hay pruebas, pero no hay mucha información al respecto. Y luego, este personaje medio mitológico, medio humano, que es Irati, que es medio lamia. A mí estos dos personajes, a pesar de que la historia en general no me cuadra, me sirven para poder hablar de este choque entre estos dos bloques, entre el mundo cristiano y el mundo pagano; entre la naturaleza y lo humano; entre lo patriarcal y lo matriarcal. Me servían mucho para poder hilar mi historia. A partir de ahí, lo que hice fue centralizar todo en una época más realista, en la época de la batalla de Roncesvalles, en ese contexto histórico entre lo cristiano y los musulmanes que conviven con los cristianos en esa época. Y luego, también darle mucha importancia al personaje de la diosa Mari como punto central de la mitología vasca. Luego metí más personajes mitológicos y lo llevé a mi terreno, van a encontrar muchos mimbres y muchos elementos dentro de la narración que resuenen con el cómic, luego es muy diferente.
P: ¿Por qué esa fascinación por los monstruos y las criaturas fantásticas?
R: Pues yo creo que, originalmente, porque soy un poco freak. Siempre fui un poco rarito, era el típico niño al que le gustaba dibujar, al que le gustaban los monstruos, al que no le gustaba el fútbol. También siento empatía hacia los monstruos, lo diferente, lo raro, porque creo que el mundo es muy injusto con ellos. Creo que siempre han sido muy maltratados simplemente por su fachada, por la incomprensión que nos produce en general a la sociedad, pero que detrás, si tú te paras a hablar con un monstruo realmente puedas encontrar a tu mejor amigo. Estéticamente disfruto muchísimo con lo feo, lo horrible, lo monstruoso y lo extraño, todo eso me fascina. Me gusta dibujarlo, me gusta diseñarlo, una de las cosas que más me gusta del proceso creativo de una película es diseñar las criaturas, es una de las excusas por las que hago cine. Pero, luego, también está el cómo toda esa fachada realmente representa aspectos psicológicos de la humanidad. Todos los monstruos clásicos son representaciones de nuestros miedos, nuestras ansias, nuestras represiones, nuestros sueños. Drácula representa la represión sexual; el hombre lobo representa ese impulso violento y salvaje de los seres humanos; Jekyll y Mr. Hyde habla de la dualidad; y Frankenstein sobre el vértigo existencial de la vida y la muerte, sobre nuestro origen y si realmente existe un dios. Estos son los clásicos, pero son los clásicos góticos que vienen de otras historias, en vez de Frankenstein tenemos a Prometeo en los clásicos griegos, son cánones que se van repitiendo en la historia y que representan aspectos de los seres humanos.
P: ¿Cómo fue el rodaje de Irati?
R: Por un lado, fue muy duro porque, debido a que los personajes mitológicos están muy vinculados a lugares naturales, tuvimos que buscar buenos entornos naturales para grabar porque queríamos grabar una película lo más épica posible y tampoco teníamos un presupuesto de Hollywood. Lo que he hecho ha sido apoyarme en lugares naturales que ya son épicos de por sí. Entonces, llegamos a lugares muy complicados de acceder, como montañas en las que había mucha niebla, cuevas en las que había que descender veinte minutos andando y no podíamos salir en todo el día, ríos donde hacía mucho frío, etc. En ese sentido ha sido duro, pero por otro lado ha sido un goce absoluto, porque a mí me encantan el monte, los bosques, los ríos y las cuevas, y yo me considero muy feliz ahí. Y realmente el equipo técnico de la película se dejó la piel, hubo muy buen ambiente y yo creo que todos lo disfrutamos. Además, apenas hubo contratiempos durante el rodaje, porque quitando un día que nos entró una nube en el monte, el resto de los días nos fue muy bien. Y, curiosamente, cuando terminamos de grabar en interiores y nos tuvimos que mover a las cuevas, empezó a diluviar, entonces digamos que la diosa Mari nos respetó.
P: Habiendo trabajado con la mayoría del equipo tanto en Errementari como en Irati, ¿te gustaría volver a hacer otra película con el mismo equipo? Tal vez adaptar La Casta de los Metabarones, que dijiste en una entrevista que te encantaría adaptarlo…
R: Yo sigo contando con mi equipo incluso desde mis primeros cortos, o sea, tengo el mismo equipo de foto, de arte, de vestuario, etc. Mantengo el mismo equipo siempre que puedo y siempre que me dejan los productores, yo haría todos mis proyectos con ellos. Por otro lado, La Casta de los Metabarones me encantaría, o sea, sería una maravilla de película de space ópera violenta y épica. Es como cuando te preguntan qué te gustaría, hacer algo imposible. Hay otras cosas que me encantaría, por ejemplo, me encantaría hacer alguna película de mitología griega, pero, La Casta de los Metabarones es un cómic con el guion de Alejandro Jodorowsky y las ilustraciones de Juan Jiménez, que ya falleció, es una space ópera como Star Wars o Dune pero muchísimo más salvaje, con violencia, criaturas espaciales, naves imposibles, entresijos políticos, pero en un sentido muchísimo más bizarro y barroco.
P: ¿Cuál fue tu primera reacción cuando Errementari fue nominado a un Goya siendo tu primer largometraje?
R: Bueno, eso es siempre una alegría. Los premios y las nominaciones siempre te ayudan a seguir adelante porque son una especie de currículum. Pero no tenerlos no quiere decir que lo que estés haciendo esté mal. Sin embargo, conseguirlo siempre te da un empujón y, por supuesto, ilusión.
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