15 Nov No creas que existen y tampoco digas que existen
Pablo Tenza y Coral Maciá (fotografía)
Tras la exitosa apertura de FANTAELX con la proyección de Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995) por su 30º aniversario, este viernes 14 de noviembre se ha proyectado en los cines ABC del Centro Comercial l’Aljub, en exclusiva y con dos semanas de antelación, Gaua, la tercera película de Paul Urkijo Alijo, a quien pudimos entrevistar personalmente el año pasado junto a Nerea Torrijos en la proyección de Irati.
La proyección ha comenzado con un vídeo introductorio del propio director dando la bienvenida al público y agradeciendo su interés por este tipo de cine fantástico al que el público español no está acostumbrado a ver por un entorno en el que el cine comercial se consolida agresivamente como la principal fuerza motora de la industria.

Si hay algo que Urkijo ha dejado más que claro en sus numerosas obras, es su amor por la mitología, y sobre todo lo que se esconde tras la España profunda. Al igual que hizo en su primera película, Errementari (2017), y como ya nos avisó el año pasado en la entrevista en vídeo que realizamos, Urkijo nos traslada al siglo XVII en los oscuros bosques del País Vasco para explorar las deidades de la noche con un relato fantástico en pleno apogeo de la caza de brujas y el control de la iglesia católica sobre los pequeños pueblos de la tierra de los conejos, recordándonos en estilo a obras como The Witch (Robert Eggers, 2015) o Häxan (Benjamin Christensen, 1992).

Estamos ante unas raíces en un periodo oscuro y censurado que se entrelazan entre sí para formar una historia que respira folk-horror en cada plano, predominando los largos y finos árboles que abundan en el norte de España para construir un oscuro e irónicamente claustrofóbico escenario. En él, Urkijo controla lo que el espectador puede ver únicamente con la pálida luz de la luna, dando pie a la imaginación de este para decidir qué se esconde tras la vasta naturaleza. Mientras que nos volvemos a apoyar en una mezcla de realidad y mito, Gaua nos recuerda un periodo de opresión y paranoia colectiva tan terrorífico como real, en el que cientos de mujeres fueron perseguidas y juzgadas por el más mínimo “acto de rebeldía ante la opresión de la iglesia” al grito de bruja o pecadora, representada en la propia película con personajes fríos y calculadores, como el Padre Mateo, interpretado por un maravilloso Manex Fuchs.

Lo vemos reflejado en algunas afirmaciones: “Esos inquisidores ven brujas incluso debajo de las piedras, basta con que bebas y te llevan presa”.
Aunque Gaua pueda parecer una película centrada totalmente en los peligros fantásticos que aguarda la noche, la crueldad humana de los que utilizan la fe como arma de doble filo está presente constantemente en la cinta. Y gracias a los recientes descubrimientos y a la reescritura de una historia censurada durante años, hemos podido ver que estos hechos no son para nada ajenos a la realidad, y es que casos como los de las Brujas de Zugarramurdi o las Monjas de Corella, que tanto temor han causado en la historia de nuestro país, esconden historias de mujeres inocentes perseguidas y ejecutadas por la iglesia por no seguir los estándares de una sociedad oprimida y callada injustamente.

Como se menciona en Alba en las Tinieblas, el pódcast de Jessica Prado, el principal enemigo de la inquisición nunca ha sido la brujería, sino lo diferente. Miles de casos desaparecidos con el tiempo a los que la propia película hace referencia y que nos recuerdan que hay que luchar contra corriente para no olvidar que durante un tiempo vivimos una época de asesinatos masivos que no ha tenido ningún tipo de repercusión hasta la actualidad y que tachaban las reuniones de mujeres independientes de maléficos aquelarres en los que “el hombre era el enemigo público”.

Gaua rompe la fina línea que dicta al espectador lo que convierte a una bruja en una figura malévola como las meigas, nos educa sobre la existencia de las benéficas, las lloberas o incluso las bruxas como figuras altamente respetadas entre un gran número de habitantes en los pueblos por ayudar al necesitado a su manera cuando estos no podían acudir a la figura máxima para pedir ayuda. Y, al mismo tiempo, nos enseña cómo ese respeto se esconde tras un manto de genuino temor en el que se hace todo lo posible por evitar que las personas en las que más se confía te vean hablar con “la bruja del pueblo” por miedo a una acusación de conspirar contra la iglesia.

Con un diseño de producción y arte espectacular, digno de las mejores obras fantásticas del cine español, Paul Urkijo vuelve a consolidarse como uno de los directores más prometedores y empeñados en ofrecer las historias más singulares en una industria en la que al género del terror y lo fantástico a veces le cuesta encontrar su espacio.
La combinación de una fotografía sumamente cuidada, con los espectaculares efectos especiales de la cinta, y un diseño de sonido sublime, genera una envolvente necesidad de pegar los ojos a la pantalla y no querer perder ni un segundo de la historia, haciendo que el tiempo pase volando y convirtiendo a Gaua en un producto que se ve, pero sobre todo, que se siente.
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